¡Sálvame!
El regreso de RBD... Uff! desbloqueó muchos recuerdos, en particular esta canción ¡Sálvame!
No creo ser la única que la cante con tanto sentimiento como si todo estuviera perdido. Mis amigos, aún años después de su aparición, la recordaban cuando los exámenes se ponían en modo ultra malvados. Tal ves era reconfortante porque expresaba el temor a reprobar... sobretodo cuando era examen de Teoría de Números, porque el profesor se alocaba un poco... pero aprendimos.

Bueno, desde aquellos años, no había pensado en esa canción, hasta antier. Quizá sea mejor que los ponga en contexto. Como ya exhibí en las redes sociales, una de las seguidoras de mi cuenta en Insta me hizo un pedido de pastelitos, el más grande para mi desde que comencé en el mundo repostero. Me dijo que los pastelitos se enviarían a su familia que vive con nuestros vecinos del norte. Yo encantada de hornear pastelitos ¡Son una delicia! Mientras preparo la masa, me relaja tanto su aroma, la sensación suave en mis manos, ay si... una belleza.
Son irresistibles esos pastelitos desde antes de estar listos... las mejores creaciones que nos ha dado la repostería tradicional yucateca (hasta ahora les creo ciegamente que los pastelitos de camote son yucatecos) ¡Ah sí! Estaba contando sobre el encargo de esta semana. Bien, nuestra seguidora fan de pastelitos AR, pidió que se elaboraran alrededor de 45 pastelitos de cuatro sabores: queso de bola, queso crema Philadelphia ®, carne molida (deliciosa, por cierto) y atropellado (coco con camote). Le dije ¡Claro que si!
Mi madre es la experta del sabor atropellado... y es que ahora yo, su hijita preferida y consentida (lo siento hermanas, es la verdad) yo, yo horneo postres como mi madre. Bueno, es mi responsabilidad realizar cada postre. Pero yo estaba muy tranquila, preparé cada elemento útil para armar los pastelitos... cuando de repente ¡Oh no! ¡Oh no! ¡No, no, no! que haciendo el relleno atropellado, yo quedé atropellada en mi inexperiencia ¡Me quería morir! No podía ni mover la cuchara... no me había sentido tan mal, sentí que se me caía el mundo, que ya nada tenía solución... y fue ahí cuando comencé a escuchar ¡Sálvame! como fondo musical de mi tragedia. Se me ocurre hacer un par de llamadas y entonces -¿Mami?-

Me rescató ese día, llegó la reina de los postres en su carruaje. La única y original Audeluvia®. Inmediatamente comenzó a hacer el dulce, me explicó y me dio una retroalimentación de lo que salió mal, pero ella para hacerme sentir mejor, me dijo que el sabor de mi dulce de atropellado era muy bueno, lástima que el azúcar quedó como caramelo macizo ¡Antes muerta que darles algo así! Por eso acudí a mami, y eso me enseñó que aunque ya puedo caminar sin ayuda en este mundo dulce, aún necesito ayuda y no está mal pedirla.
Agradezco a mi madre por rescatarme y enseñarme con mucha paciencia. Lo malo, pues perdí tiempo arruinando una receta perfecta. Lo bueno, mejoré mi proceso y sé que ahora podré hacerlo sola y además ¡Sé que cuento con la original Audeluvia! ¿Y los pastelitos? Los pastelitos, quedaron bellísimos y riquísimos. Ya deben estar en otro lado... y solo ruego que les encanten tanto como a mi. Puse mucho entusiasmo en el sabor, la presentación, el empaque, la envoltura... Mmmm ¡Noooombre! Como regalo. Los pastelitos cumplirán su misión de hacer feliz a más personas.

Les comparto esta experiencia como una motivación, para que se rían de mi tal vez, para aprender de mis errores. Justo eso, podemos aprender de los errores. Lo viví realmente. Siempre aprendemos algo nuevo todos los días, pero debemos estar dispuestos a que nos guíen y enseñen. Ah y también, que las canciones de RBD quedan como fondo de nuestro video musical llamado vida.